La hija de la fortuna (La familia II)


Ando en la fiebre por Isabel Allende, en menos de una semana he leído Retrato en sepia, La hija de la fortuna y La ciudad de las bestias, creo que ya es hora de parar... a ver si hago algo más en mi vida que andar en el mundo isabelino, un mundo donde hay mujeres fuertes y decididas dueñas de su vida a pesar de vivir en el siglo XIX, donde la edad no es un problema para hacer lo que una quiere y donde no es una verguenza hacer locuras por amor, sufrir una decepción, enamorarse de nuevo y seguir en la locura de seguir arriesgándose.

De todas maneras estas lecturas y una conversación con el corazón de melocotón en donde me dijo: "no soy como tu padre" me han hecho pensar en mí y en las mujeres de mi familia y sus relaciones con sus padres y el hombre que con el cual han estado en sus vidas:

Mi padre no ha sido el mejor de los maridos a mi parecer, tanto que siempre había pensado que él estaba bien casado pero mi madre no. Pero mi madre tuvo un padre ausente, inexistente, mi abuelo nunca la reconoció como hija ni a ella ni a mis tíos, por lo tanto para mi madre era importante tener un padre para sus hijos, y lo logró, tal vez mi padre fuera demasiado celoso, inseguro como pareja hasta llegar a la violencia, pero padre amoroso si fue. Los recuerdos que tengo de mi infancia son muy dulces, de bañarnos en la terraza juntos, de cuando él me llevaba a cine, compartía conmigo su música favorita y mi admiración por como él conocía todo los nombres de las canciones y de los cantantes cada vez que salía alguna en la radio, e incluso sus celos e inseguridades durante mi adolescencia que me trajeron muchos dolores.

Por su parte mi abuela seguramente no quería un hombre que la limitara, por eso no quizo casarse, tal vez mi bisabuelo era dominador hasta el cansancio. Mi abuela, una mujer fuerte y decidida, cuando le pregunté porque no se había casado, me dijo que había preferido enfrentar a la sociedad de su tiempo, ya que veía que las mujeres cuando se casaban perdían todo y eran maltratadas, ella prefirió mediante su oficio de costurera sacar a sus hijos adelante y me inculcó el temor a la violencia.

Ahora, estoy con mi corazón de melocotón, no es un hombre violento, quiere tener hijos tanto como yo (lo que me da la esperanza de que tampoco sea un padre ausente como mi abuelo) y bueno... ,seguramente nuestros hijos e hijas encontrarán nuestros defectos.

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